A menudo nos cuesta aceptar que las cosas son como son, y no como nuestra mente se las imagina, la busqueda de píllaras por la playa se puede convertir en un ejercicio de abandono de la espectativa, dejando esa creación mental que nos aleja de lo que ya es.
Todas las señales aparecerán sencillamente ante ti. Respira y observa. Surgirán en un instante parejas de adultos caminando rápido hacia el mar, huevos que se confunden con los restos de una marea viva, pollos recién nacidos inmóviles como granos de arena, o crías ya crecidas que corretean con sus progenitores ante tus ojos.
Trata de observar lo que viene sin más, obsesionarte con cada concha, con cada palo, no te llevará a nada más que dolor de ojos y puede que de cabeza. Relájate y lee las señales que la vida te presenta, las huellas en la arena te indicarán el camino. Recuerda que nunca una píllara entró una sola vez en su nido.
Observa el suelo, y el horizonte, fluctuando tu mirar de lo más cercano a lo más alejado. Pues desconoces lo que hay aquí y ahora, podría aparecer un adulto escapando del nido a veinte metros, o dos huevos en medio de la arena bajo tus pies. Pasea tu mirada por lo que tienes delante y hacia los lados, no pierdas de vista la orilla y el mar, en cualquier parte podría aparecer una píllara.
Imagino que ha debido ser una de esas jornadas de disfrute para el alma y los sentidos
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Besos