lunes, 3 de mayo de 2010
en la calle
Hubo un tiempo en el que viviamos en la calle. Era nuestro hábitat, fines de semana, noches, reuniones de colegas, veranos. Bajarse al centro era un acto casi expontaneo. Bares como el indio (al que yo no era muy asiduo) con su viejo del pelucon, con cara de puro mestizo, y sus futbolines...pero lo habitual era estar más fuera que dentro.Con nuestras charlas y discusiones, tonteos con las chicas y otras cosas, vida en la calle, vamos.
Aquella época en la que el ahora llamado "Casco vello", para mi Vinos de toda la vida, era un herbidero de joven ruido, marea de hormonas con patas, con sus excesos juveniles, con su algría de vivir. Avanzabas como Indiana Jones en la selva por la maraña humana, de gritos, risas, ruidos, músicas, etílicas pasiones. La calle de abajo era tremenda pasarela. Donde los pavos y las pavas de la ciudad veían y se dejaban ver. Incluso ahí los rebeldes, los anti-casitodo, teníamos nuestros pequeños reductos.
Como "La Bodega", cuando era la bodega, lugar en el que se iniciaron en el rockanrol dos generaciones de vigueses: la de mi hermano mayor, primeros tupés de los ochenta, con un sinfín de nombres y anécdotas (que fuimos acumulando en una tradición oral nunca transcrita); y en una segunda oleada, ya entrados los noventa, con re-conquista de una tasca de abuelos con cintas de Crazy Cavan en medio de jamones y vinos(reconquista en la que participé, con el tipo del parche de Lone Wolf en la espalda -Tony o Chiken-, más por despiste que por consciencia).
Este épico sitio tenía unas amplias escaleras de acceso, que eran nuestro bastión, por mucho que le pesar al dueño, que no sabía como estirparnos de allí.Era nuestro lugar, el de los chavalines sin un chavo, que tenían que juntar sus miseras pagas para comprar un litro de cerveza, aunque yo de aquella bebía zumos (hasta en eso llevaba la contraria a mi entorno). Aquellas tardes de risas, discusiones acaloradas sobre cualquier cosa, chistes, y demás parafernalia adolescente, se hacía casisiempre en la calle.
Un poco más adelante, cuando hicimos peña botellonera, la cercana plaza del Berbés era nuestro ecosistema nocturno. Vimos y bebimos la construcción de los túneles de Beiramar, desde "nuestro banco", al que acudíamos como parroquianos, algunos eran debotos que no se saltaban una ceremonia de Sábado noche, y otros nos acercabamos de cuando en vez, según la época, los estudios o demás hobys. Éramos un grupo de gente eterogeneo y colorido, con atuendos rokeros, heavys, grunges, tocallenvés, las niñas, cadenas y cuero, los míticos pantalones elásticos. Todos aportando y recibiendo, y ninguno definido al cien por cien, es lo que tiene ser joven.
El resumen basicamente de muchos años de vida noctámbula sería que lo pasábamos en la calle. No éramos ángeles, tampoco lo pretendíamos, ni diablos, aunque a veces si nos gustaría serlo, sólo un puñado de jóvenes, con pintas eso si, pero lo que tengo claro es que en ninguna fiesta universitaria, en ninguna romería de pueblo, en ningún evento etílico de cualquier clase he visto a gente en ese estado recoger todo lo usado para tales fines y dejar el sitio "casi" como lo habiamos encontrado (siempre había alguna colilla, pipas o chicles, sin contar a mayores, diversas sustancias corporales, que no voy a enumerar).
Aquella época, en la que yo estaba en el limbo de los estudios, con el antiguo COU (ahora llamado bachillerato) aprobado en un colegio bien y selectividad suspenso (hasta en eso he pertenecido a las minorías, sólo un 2% de alumnos del colegio estabamos en esta terrible situación, ja,ja, ja). Aquella época coincidió con una época de entre trabajos de varios colegas, Oscar, Karmelo (antes llamado Matos) y algún otro.
Callejeabamos con cualquier escusa, y cualquier día de la semana. Ibamos a nuestro rincón sagrado, en el túnel del autopista. Aún me da la risa cuando recuerdo la noche en la que en los columpios de la antigua plaza de Portugal, nos pusimos a cantarles a unas chicas que casi no conocíamos, canciones acapela, hasta que claro, llegó la policía y nos mandó para casa. Cambiamos de localización y seguimos cantando, por supuesto...
Pues todos estos recuerdos me llegan, con mil más, de golpe, porque esa época se ha acabado. El cascovello conocido como Vinos, gran centro de desmadre juvenil, es ahora una mezcla entre poblado celta de resistencia de submundos, yonkodromo y zona de tapas chachi, pero de vida en la calle sólo quedan las terrazas. Y Churruca, aunque intenta aguantar el hundimiento del mercado del ocio, se resiente no sólo de la crisis, sino de los nuevos hábitos de tiempo libre de los jóvenes.
Para refrescarme la memoria, y poner las cosiñas en su sitio, se paró el sábado un coche de la nacional a mi lado. Estaba tomando el aire a la puerta de un bar que cumplia dos años, y al que no había ido en mi vida. Cubata en el suelo y cara de despiste. Les vamos a identificar, le voy a cachear "un poco", en fin, lo normal. Nos tocó poli "enrollao" hablando de esto de lo otro, sonsacando, hablando a ratos en gallego, no sé, desplegando todo su repertorio de madero. Yo lo observaba, mientras su compañero cubria en el coche el acta de defunción de aquellas noches de calle. Tras una retaila de preguntas para ponernos nerviosos y pillar algún renuncio; y dando la cosa casi zanjada, y como quien no quiere la cosa, el zorro astuto me preguntó a traición:
- "Y el cubata que dejaste en el suelo?"Yo sonreí pícaro, voy siendo lobo viejo: "Que cubata?, yo no tenía ningún cubata, estaba tomando el fresco en la calle, de momento se puede no?"
(Karmelo ¿salimos a las calles?)
Aquella época en la que el ahora llamado "Casco vello", para mi Vinos de toda la vida, era un herbidero de joven ruido, marea de hormonas con patas, con sus excesos juveniles, con su algría de vivir. Avanzabas como Indiana Jones en la selva por la maraña humana, de gritos, risas, ruidos, músicas, etílicas pasiones. La calle de abajo era tremenda pasarela. Donde los pavos y las pavas de la ciudad veían y se dejaban ver. Incluso ahí los rebeldes, los anti-casitodo, teníamos nuestros pequeños reductos.
Como "La Bodega", cuando era la bodega, lugar en el que se iniciaron en el rockanrol dos generaciones de vigueses: la de mi hermano mayor, primeros tupés de los ochenta, con un sinfín de nombres y anécdotas (que fuimos acumulando en una tradición oral nunca transcrita); y en una segunda oleada, ya entrados los noventa, con re-conquista de una tasca de abuelos con cintas de Crazy Cavan en medio de jamones y vinos(reconquista en la que participé, con el tipo del parche de Lone Wolf en la espalda -Tony o Chiken-, más por despiste que por consciencia).
Este épico sitio tenía unas amplias escaleras de acceso, que eran nuestro bastión, por mucho que le pesar al dueño, que no sabía como estirparnos de allí.Era nuestro lugar, el de los chavalines sin un chavo, que tenían que juntar sus miseras pagas para comprar un litro de cerveza, aunque yo de aquella bebía zumos (hasta en eso llevaba la contraria a mi entorno). Aquellas tardes de risas, discusiones acaloradas sobre cualquier cosa, chistes, y demás parafernalia adolescente, se hacía casisiempre en la calle.
Un poco más adelante, cuando hicimos peña botellonera, la cercana plaza del Berbés era nuestro ecosistema nocturno. Vimos y bebimos la construcción de los túneles de Beiramar, desde "nuestro banco", al que acudíamos como parroquianos, algunos eran debotos que no se saltaban una ceremonia de Sábado noche, y otros nos acercabamos de cuando en vez, según la época, los estudios o demás hobys. Éramos un grupo de gente eterogeneo y colorido, con atuendos rokeros, heavys, grunges, tocallenvés, las niñas, cadenas y cuero, los míticos pantalones elásticos. Todos aportando y recibiendo, y ninguno definido al cien por cien, es lo que tiene ser joven.
El resumen basicamente de muchos años de vida noctámbula sería que lo pasábamos en la calle. No éramos ángeles, tampoco lo pretendíamos, ni diablos, aunque a veces si nos gustaría serlo, sólo un puñado de jóvenes, con pintas eso si, pero lo que tengo claro es que en ninguna fiesta universitaria, en ninguna romería de pueblo, en ningún evento etílico de cualquier clase he visto a gente en ese estado recoger todo lo usado para tales fines y dejar el sitio "casi" como lo habiamos encontrado (siempre había alguna colilla, pipas o chicles, sin contar a mayores, diversas sustancias corporales, que no voy a enumerar).
Aquella época, en la que yo estaba en el limbo de los estudios, con el antiguo COU (ahora llamado bachillerato) aprobado en un colegio bien y selectividad suspenso (hasta en eso he pertenecido a las minorías, sólo un 2% de alumnos del colegio estabamos en esta terrible situación, ja,ja, ja). Aquella época coincidió con una época de entre trabajos de varios colegas, Oscar, Karmelo (antes llamado Matos) y algún otro.
Callejeabamos con cualquier escusa, y cualquier día de la semana. Ibamos a nuestro rincón sagrado, en el túnel del autopista. Aún me da la risa cuando recuerdo la noche en la que en los columpios de la antigua plaza de Portugal, nos pusimos a cantarles a unas chicas que casi no conocíamos, canciones acapela, hasta que claro, llegó la policía y nos mandó para casa. Cambiamos de localización y seguimos cantando, por supuesto...
Pues todos estos recuerdos me llegan, con mil más, de golpe, porque esa época se ha acabado. El cascovello conocido como Vinos, gran centro de desmadre juvenil, es ahora una mezcla entre poblado celta de resistencia de submundos, yonkodromo y zona de tapas chachi, pero de vida en la calle sólo quedan las terrazas. Y Churruca, aunque intenta aguantar el hundimiento del mercado del ocio, se resiente no sólo de la crisis, sino de los nuevos hábitos de tiempo libre de los jóvenes.
Para refrescarme la memoria, y poner las cosiñas en su sitio, se paró el sábado un coche de la nacional a mi lado. Estaba tomando el aire a la puerta de un bar que cumplia dos años, y al que no había ido en mi vida. Cubata en el suelo y cara de despiste. Les vamos a identificar, le voy a cachear "un poco", en fin, lo normal. Nos tocó poli "enrollao" hablando de esto de lo otro, sonsacando, hablando a ratos en gallego, no sé, desplegando todo su repertorio de madero. Yo lo observaba, mientras su compañero cubria en el coche el acta de defunción de aquellas noches de calle. Tras una retaila de preguntas para ponernos nerviosos y pillar algún renuncio; y dando la cosa casi zanjada, y como quien no quiere la cosa, el zorro astuto me preguntó a traición:
- "Y el cubata que dejaste en el suelo?"Yo sonreí pícaro, voy siendo lobo viejo: "Que cubata?, yo no tenía ningún cubata, estaba tomando el fresco en la calle, de momento se puede no?"
(Karmelo ¿salimos a las calles?)
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Yo llegué tarde a todo eso, esas noches sin fin. De todos modos, las echo de menos desde el corazón de Europa.
ResponderEliminar"Rockanrol is here to stay"
ResponderEliminarBueno tú siempre has necesitado dormir mucho ;-)
pero el rokanrol está aquí para quedarse, siempre habrá noches y noctambulos, calles y conversaciones...ánimo en esa Europa casi sin corazón.
Lo reconozco, yo soy más hogareño que un perro cojo. Lo de los botellones nunca fué conmigo, aunque como buen adolescente heterogéneo sin definir me zampé bastantes "porque no había más huevos".
ResponderEliminarCasi casi diría que disfruto más ahora la noche que hace 5 años... y eso que noctambulo poco...
Pues si, pero no es malo, algunos sois asi, y algunos nos mordio el hombre lobo, y solo sabemos bailar rokanrol por la noche, auuuuu
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